El nivel preescolar
por Ana Lucía Frega
La Nación, Lunes 25 de agosto de 1980, Educación musical
El jardín de infantes y el preescolar abarcan, en el sistema educativo argentino, las edades de tres, cuatro y cinco años cumplidos. Bien diferenciados entre sí, admiten incluso subdivisiones cada seis meses que son, muchas veces, tenidas en cuenta por los organizadores de los grupos escolares.
Ciertas metas generales como desarrollo de la noción de esquema corporal, progresiva socialización, mejoramiento de la elocución cultivo de la individualidad como persona, ubicación en el espacio parcial y total, manejo incipiente de la noción de tiempo, son objetivos a los cuales puede concurrir la frecuentación de actividades musicales.
Toda canción que maneje vocabulario referido al cuerpo y movilice éste por partes, será de gran utilidad práctica, así como el desarrollo de actividades de movilización, solo o en parejas, en el lugar o con el desplazamiento.
La búsqueda de una correcta articulación del texto de las canciones, acompañada de una incipiente toma de conciencia de la mecánica respiratoria atiende otras metas generales del nivel.
Existen ciertos objetivos específicos del hacer musical que deben ser también cuidadosamente atendidos. Centro de esto es el desarrollo de la sensorialidad auditiva, en su descubrimiento progresivo de los distintos tipos de relaciones que rigen y ordenan el mundo del sonido. Alturas, timbres, duraciones, intensidades, texturas, son posibilidades de discriminación auditiva que, propuestas de acuerdo con la capacidad de captación del párvulo, redundarán en un crecimiento de su intercomunicación con el mundo que lo rodea.
Valorizará el sonido, sus diferentes maneras de presencia, su ausencia.
En lo afectivo –sensible- ese ámbito del espíritu de tan importante significación en un proceso educativo que intente ser integral e integrador, la música brinda experiencias de incalculable valor. Lo cualitativo expresivo debe ser propuesto desde temprana edad, en la ternura, emoción, alegría, tristeza del cantar de los adultos que lo rodean. Invitándolo a aproximar esas dimensiones.
El ser individual, en su hacer propio, puede ser continuamente estimulado, valorizando gestos, aportes, sugerencias. En actitud de respeto entre pares, de respeto hasta quien conduce la tarea. Orden y equilibrio son notas de un hacer musical que persigue la calidad para desarrollarla en el nivel de las actitudes. Así, verdaderamente se sientan bases sólidas para un futuro crecimiento y desarrollo en madurez.
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