El buen oído
por Ana Lucía Frega
La Nación, Lunes 26 de febrero de 1979, Educación musical
Son muchas las personas que han intentado alguna vez aproximarse "formalmente" a la música. Esto es, a través de un estudio tradicional.
La mayor parte ha abandonado los estudios, quizás por tediosos, o por cansadores, o simplemente por falta de oído.
Pero, ¿qué significa la expresión "tener buen oído"? El saber popular puede estar un poco confundido al respecto: la acepción comprende una mezcla de: (a) capacidad de afinar; (b) sentido justo del ritmo; (c) talento o musicalidad.
Si bien es cierto que todo ser humano tiene una medida de aptitud para las cosas, también lo es que esas posibilidades pueden ser desarrolladas y ampliadas. Sintetizando: mejoradas.
En modo alguno esto significa que un talento notable, excepcional, pueda ser producto solamente de la educación o de los estímulos del entorno. Naturalmente, se nace especialmente dotado. Por cierto, no hay escuelas para genios... aunque la escuela los ayude muchas veces.
Volvamos a las habilidades que constituyen el así llamado "buen oído".
Si se trata de la fineza auditiva que permite discriminar, reconocer y reproducir sonidos de distinta altura, puede ser cultivada inclusive en el hogar. Por ejemplo: durante los dos primeros años de vida, cuando el niño investiga su entorno, los padres lo dejarán jugar con material sonoro como sonajeros, campanas o cascabeles, y quizás lo estimularán con su propio ejemplo a que esos sonidos sean imitados vocalmente.
Refiriéndonos al sentido justo del ritmo, bueno es recordar su íntima relación con la maduración psicomotora del niño. Aquí la madre y el padre pueden recurrir a los cantos, rimas y juegos tradicionales como "que linda manito", que estimulan el desenvolvimiento de esta percepción.
En materia de musicalidad, es importante destacar que todos somos musicales en alguna medida, ya que la música es uno de los medios naturales de expresión del ser humano. |