Acto I
El Mito, “que desde el fondo del tiempo ordena sin pausa los sueños de los hombres”, anuncia que ha elegido ésta noche para Proserpina. “Arrancada del regazo de su madre la mano violenta de su amante brutal, Proserpina yace encadenada en lo hondo del Averno. Su prisión es una pobre casa de la que se han borrado hace ya muchos años las señales de días fastos. Proserpina, a la sombra de sus muros, devora en silencio el pan de oprobio con que su amante la sustenta, ignorando que con ojos fúlgidos la acechan desde sus cubiles, las bestias anhelantes del mal”.
Aparece un amplio vestíbulo. Suenan voces confusas. Un agente de la policía se lleva a Porfirio, que ha golpeado violentamente a Proserpina. Marcial ironiza sobre la suerte de Proserpina, que queda sola, y aunque Porfirio replica que sola la encontrará a su vuelta, Marcial manifiesta el propósito de ocuparse de la muchacha, tratando de reconfortarla aconsejándole volver con su madre, pero ante la negativa de Proserpina, la autoriza a quedarse en la casa, donde podrá obtener dinero de los diversos hombres que allí habitan.
Comenta el Mito: “Abandonada por quien la arrancó de su tierra para hundirla en ese laberinto, donde las pasiones destilan sus cantos letales, Proserpina se debate y huye extraviada por los sombríos corredores de la mansión”. Proserpina, con el pretexto de ir al mercado, trata de salir y obtener su libertad. Marfa y la mujer de Marcial, Cora, se lo impiden: una porque teme la venganza de Porfirio, la otra porque sospecha que Proserpina se irá a vivir con Marcial a otro lado. Llaman a la puerta. El Mito anuncia la llegada del Extranjero: “¿Oyes, Proserpina? Desde el mar, desde el mar lejano llega tu imperial amante. Quien ha de liberarte avanza desde el mar y alza hasta ti su corazón de tierra nutrida por la sangre inocente”. Proserpina vuelve a intentar la fuga. Cora, nuevamente se lo impide. Las dos mujeres luchan. Empujan brutamente por su rival, Proserpina se golpea y cae desvanecida. El Extranjero la asiste, luego de haber puesto a Cora, siempre agresiva, en manos de Marcial.
Pasa el tiempo. Marfa reprocha al Extranjero de entretenerse demasiado con Proserpina y se irrita al no recibir satisfacción. Entra Proserpina de la calle, nerviosa y confusa, pues la sigue su madre, Demetria, llegada del campo en busca de su hija. Proserpina se deja enternecer por las palabras de su madre. Se despide del Extranjero, pero ahora es Marcial quien le cierra el paso. El Extranjero acude en su defensa. Marcial saca el revólver. El Extranjero se lo quita y, ya alejadas Demetria y Proserpina, se lo devuelve. Marcial sufre la humillación y, cargado de odio, jura que se vengará.
Acto II
“Con el blando aliento de la noche –dice el Mito- llega Proserpina de la mano de su madre hasta las ásperas llanuras del Sur. Y a su paso la tierra se alza trocada en hermosura”. En el horizonte se perfila una tormenta que hace peligrar la cosecha. Proserpina está con Pablo Marcelo, quien le ha perdonado su pasado y pretende casarse con ella. Su madre la exhorta a aceptar al hombre que la hará feliz. Nada la mueve de su apatía. Su pensamiento está en el “otro” y aprovecha un momento de soledad para escapar.
La acción se transfiere al conocido vestíbulo. Marfa, Cora y Marcial, comentan ávidamente el retorno de Proserpina, y la muy próxima excarcelación de Porfirio, que sabe ya todo lo que ocurre con Proserpina.
Cambia la escena (habitación del Extranjero) y el Mito advierte que “mientras la desdicha templa su instrumento por calles desiertas, los amantes se sacian en la corriente lenta que extiende el deseo, buscando fundirse en los recuerdos más dulces, en el pasado más remoto, para que nada quede fuera de este amor que los une desesperadamente” El Extranjero, herido por algunas confidencias de Proserpina, se desprende de sus brazos y le declara que, podrá ayudarla siempre hasta lograr su salvación, pero que le será imposible amarla. En vano Proserpina, sollozando, le ruego que la lleve con él. El Extranjero sacude su indiferencia sólo cuando Proserpina, llorando convulsivamente, hace peligrar una porcelana azul que está sobre la mesa. Esa porcelana y el mensaje de una mujer muerta son los únicos vínculos que lo unen al pasado y la única razón para conservarse entre los seres vivos. Para todo lo demás, su vida está terminada, y no hay lugar par Proserpina en ella. Ofendida, desesperada, Proserpina rompe la porcelana contra el suelo.
Mientras fuera de la habitación Marcial y Porfirio Sosa están en acecho, entra solo vista por el Extranjero, Flavia, su mujer muerta. Dice el Mito: “¡Oh Proserpina! Huyes y no sabes hacia dónde. Entre el Extranjero y tú está la sombra de una mujer muerta. Muerta y enterrada entre los escombros de una catedral. Es más fuerte que tú y que todos los ejércitos del mundo. ¡Oh Angel!” Flavia, angustiada por el presentimiento de la tragedia que aguarda a su marido, sabe que le es imposible oponerse. El sacrificio es fatal. Un rumor, como el crepitar del fuego, se acerca y cree en intensidad. Una luz siniestra se filtra por las paredes y dibuja el perfil de una ciudad en ruinas como si en una sola imagen se unieran la habitación y lo que queda después de un bombardeo.
El Extranjero pide perdón a su mujer. “¿Perdona? No es eso –dice Flavia- Déjame sufrir sola, déjame sufrir tanto por ti que en esta noche de espanto el perdón sea la muerte. Claudio, Claudio, ya no te resta más destino que la reconciliación final a la sombra de la cruz”.
Acto III
El Mito advierte: “Ahogado, tambaleante, como si la sangre se le fuese por una compuerta rota, el Extranjero sube a la terraza en busca de aire que lo alivie. Allí disponen sus piezas para la última partida, todos los que habitan el reducido círculo de esta fábula. Quizá entre ellos encuentres la respuesta final a tus enigmas” Porfirio se enfrenta con el Extranjero, y se desconcierta ante la impasividad de éste. Interviene Proserpina suplicante: “¡Déjalo!” Haré lo que quieras... Me iré contigo para siempre... ¡Déjalo!” Porfirio se libra de la mujer, que cae con un gemido. El gemido de Proserpina parece despertar al Extranjero, que la ayuda a levantarse y se dirige con ella a su cuarto. Marcial se mofa de Porfirio y lo incita a atacar al Extranjero. Aprovechando la reacción se éste contra Porfirio, Marcial lo mata por la espalda.
“Dios se apiade de ti, Extranjero –canta el Mito- y te dé la paz final”. Arrestan a Marcial. Cora le reprocha, luchando entre el odio y el amor, su actitud. Proserpina se va para no volver “nunca más”, mientras el Mito le dice “A tu paso caen las puertas del infierno y abandonas, ¡Oh Reina! este mundo para siempre”.
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