El aula donde ha sido instalada la biblioteca, en la iglesia y convento de la Compañía de Jesús, en Córdoba.
Los novicios y seminaristas arreglan los libros en la biblioteca, amenizando su tarea con alegres bromas que suspenden al notar la presencia del monitor encargado de vigilar el trabajo. Entre los novicios que realizan la tarea se encuentra Mariano y Raymundo. Un sacerdote entra con una canasta de flores para colocarlas en el altar de la virgen. Cuando éste se retira, los novicios cerciorados de que nadie los vigila, buscan en la canasta un mensaje con noticias de Buenos Aires. Mariano encuentra una flor que oculta un pedacito de papel, y con intensa emoción lee lo siguiente: “Jóvenes: Saludad a la aurora que surge en el cielo de la patria. La lucha por la Independencia principia hoy 25 de mayo; hoy comienza la patria”.
Raymundo descubre un segundo mensaje que dice en su envoltura “que lo abra quien tenga corazón, y no el servil”. Mariano lo abre sin vacilar y lee: “¿Córdoba únicamente ha de ver agitarse contra la patria el estandarte de la reacción? No: Córdoba no ha de ser vil Muerte a Liniers y a Ignacio de la Puente. Jóvenes, vuestro convento domina la plaza. Liniers ha escondido allí armas y municiones. Abrid esta noche el convento al pueblo y entregadle las armas, o todo se habrá perdido”.
Ante este mensaje todos quedan perplejos. Mariano reacciona y los decide a seguir la causa de su patria, y para el mejor éxito de su empresa, los novicios invocan la protección de la Virgen de los Dolores. La oración es interrumpida por el sonido de los clarines.
El gobierno tiene sospechas del movimiento y se previene: las autoridades penetran en la iglesia, mientras el obispo invoca la protección divina.
Raymundo entra y explica a Mariano que don Ignacio de la Puente, jefe del ejército realista, ha convocado al pueblo para reunirse en la iglesia y exigirles defender la causa del rey.
Don Lucas, patriota ferviente y audaz, dirige la palabra a la muchedumbre y arengando al pueblo consigue que éste se declare partidario de la independencia.
Los jefes realistas escuchan asombrados el clamor y algarabía de los patriotas, y ante inesperado pronunciamiento resuelven transformar el convento en fortaleza, no ocultando su satisfacción, dado que se dispone allí de armas suficientes para dominar la rebelión. Dan algunas órdenes y se retiran para disponer la defensa.
Mariano ha quedado impresionado por la belleza de Aurora, la hermosa joven que acompañaba a don Ignacio, sabe que no ha sido indiferente y piensa que siendo la hija del jefe español, le crea terribles dificultades, una lucha interior atormenta su alma, si cede al amor, traiciona a su patria; el dilema es terrible, pero sus vacilaciones son interrumpidas por los patriotas que llegan en procura de armas, mientras el nuevo día es anunciado por las campanas del convento. |